lunes, 13 de octubre de 2014

Intrahistoria del declive de Transhotel en estos 4 años

Junio de 2010 fue cuando súbitamente comenzó a agravarse la salud de Transhotel. Marsans quebraba y les dejaba colgados varios millones. La crisis ya había hecho mella a la central de reservas, pero ese verano, como al resto del sector turístico, el mundo se les vino encima.

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Julio de la Cruz formó entonces un equipo a su medida, con ejecutivos de poca estatura que no le hicieran sombra, y sí la rosca con distinta frecuencia. El resultado fue que su producto se quedó atrás respecto a la competencia, las nuevas políticas comerciales nadie las entendía, y se estancó la evolución tecnológica de la empresa.

Reinaba un nuevo clima en Transhotel. La apariencia era más importante que la esencia. Un edificio central de tamaño desorbitado para que todos admirasen su poderío, aunque a la par se reducía el personal y se le agrupaba cada vez en menos plantas. Delirios de grandeza que acabaron suponiendo un torpedo imparable contra las finanzas del grupo.

Se vendía que la empresa era el mundo ideal, nunca un problema, un error, y se estimulaban los trucos de comunicación más falsarios para no llamar a las cosas de su nombre -una dimisión era una “reestructuración de un área para ganar en eficiencia”-, de modo que en la industria empezaba a propagarse la desconfianza sobre ellos por el lapso entre lo que contaban y lo que cualquiera podía ver con sus ojos.

La realidad era que desde 2011 la empresa sufría para cumplir con los cobros. En ello tuvo bastante que ver la asfixia a la que les sometía uno de sus principales clientes, Viajes El Corte Inglés, que como es seña de la casa, alargaba hasta más de seis meses los pagos, a veces con irritantes modos soberbios, conocidos y padecidos por muchos.

Con los meses, ya en 2012, la cosa, en este frente, pudo reconducirse muy poco a poco, pero en la planta noble de la empresa vieron claro que no les quedaba otra salida que la venta. Tocaron todas las puertas posibles, desde Globalia, a Orizonia, pasando por Barceló, Tourico, Tui y Hotelbeds, con la misma respuesta común en todos los casos: nanai.

Los ejecutivos a quienes les ofrecían la empresa salían alucinados de las reuniones, sin dar crédito a las pretensiones de los vendedores, y el precio que ponían a una Transhotel en clara decadencia. Porque la central de reservas no dejaba de perder facturación y cuota frente a sus rivales Hotelbeds y Bedsoline, HotusaRestel y Keytel-, Serhs

Varios de los principales directivos empezaron a hacer las maletas, viendo que el barco se hundía inevitablemente, por culpa de los tres hombres y una mujer que estaban al frente de la gestión, y a quienes la magnitud del reto sobrepasaba a todas luces sus capacidades.

Por los pelos consiguieron salvarse de que la quiebra de Orizonia les dejara otro buen pellizco, que les hubiera resultado fatal, ya que cobraron muy poco antes de aquel fatídico 15 de febrero de 2013. Lograron pasar el verano, y las conversaciones que parecían más serias para la venta eran con Hotusa, un grupo al que le siempre gusta hacerse el interesado en comprar, para luego recular, aunque después, eso sí, de haberse estudiado los números bien a fondo.

Era a finales de otoño de 2013 cuando Amancio López daba el ‘no’ definitivo a los cerca de 50 millones que pedían en Transhotel por la venta. Julio de la Cruz no dejó de llamarle y escribirle para que lo reconsiderara, pero el gallego no le volvió a descolgar, por muy pesado que se pusiera. Un fuerte pesimismo se apoderaba entonces del despacho más espectacular de San Sebastián de los Reyes -“una plaza de toros”, bromea un asiduo visitante-.

Ese hundimiento anímico fue conocido rápidamente por bastantes de los insignes el negocio emisor turístico en España, y los malos augurios se acentuaron con la charla de Navidad a los empleados. La cúpula comunicaba por primera vez a sus empleados la situación real de la empresa, las bajadas de facturación y los procesos de venta, con lo que algunas de las principales agencias del país, al enterarse, decretaron un cierre de ventas.

Los jefes llamaron entonces suplicando para que se les reabrieran, y los emisores aceptaron aunque con una fórmula que en la práctica era casi como si estuvieran cerradas. El Sector ya olía que tras haberse cerrado la operación de Nautalia con Springwater, era Transhotel la que tenía más números de seguir los pasos de Marsans y Orizonia.

La central de reservas despertó en ese momento su lado más agresivo contra los medios que publicaron con mayor precisión y ecuanimidad la coyuntura real de la empresa. Duras amenazas para amedrentar, insultos desde anónimos, lecciones de periodismo… Todo ello después de haber intentado contratar publicidad con el fin de tapar la boca, siguiendo la práctica que tan perfectamente les había funcionado hasta la fecha: la de comprar a la prensa por cuatro duros.

La hipótesis del concurso de acreedores, incluso antes de que terminara el año, ya era firme, con los bancos apretando como nunca, y algunos de los despachos de abogados de España teniendo todo a punto para poder hacerse cargo de inmediato de un proceso de suspensión de pagos.

Así, en el último Fitur, el ambiente en el Sector ya estaba caldeado con ellos. Los hoteleros se mostraban indignados por ver un ampuloso stand mientras no les llegaban los cobros o lo hacían con retrasos. Una situación -la del dinero para presumir pero no para cumplir los pagos- que les recordaba a la de un año atrás de Orizonia, otro grupo donde en su última época también se anteponía la apariencia a la realidad.

Justo cuando un grupo de hoteleros planeaba una protesta frente al stand -¡un daño terrible para la imagen!- se acordó negociar con Springwater una compra fugaz, casi decidida en un café. Sin auditoría y con solo un acuerdo de intenciones, Transhotel anunciaba ‘urbi et orbi’ que ya había sido comprada, que todo estaba arreglado, y que podían confiar en ellos.

Con esta proclama consiguieron que bastantes crédulos –influidos por una prensa comprada que tanto mal hace al Sector, tanto hoy como ayer con Orizonia, por anteponer su propio beneficio al de toda la industria– relajaran su presión para cobrar, y llegar así hasta el verano en el que hacer caja.

Sin embargo, la compra, pese a haberse anunciado y asegurado al mundo, no llegaba a concretarse, de forma que volvían a acrecentarse los temores, después de que Springwater fuera reconociendo a casi todo el que le escuchase que en verdad no veían mucho esa operación (hasta en tres ocasiones se informó de la poca consistencia de ese acuerdo).

Volvió a acentuarse entonces la fuga de directivos que se bajaban del barco al vislumbrar lo inevitable, e incluso los más cercanos a los dueños reconocían que el futuro de la empresa era sombrío, y se dedicaban a marcar teléfonos para ofrecerse, o incluso ponían en marcha sus propias empresas para estar colocados en el momento que llegase el día ‘D’.

Cuando ya era imposible ocultar el nulo interés de Springwater, volvió a aparecer Hotusa, y por segunda vez Transhotel comunicaba que había una compra acordada, que la operación estaba cerrada, mientras oficialmente el grupo radicado en Barcelona no se pronunciaba, y extraoficialmente decían que solo la estaban analizando.

Pero a comienzos de este octubre, algunos hoteleros, que ya no se tragaban ninguna historia, empezaron a presionar con enorme vehemencia para cobrar cuanto antes la temporada alta. Transhotel llevaba desde principios de año negociando sistemas de pagos alternativos, como los pagarés, hasta que llegó un momento que se hizo insostenible la situación de la caja, y el lunes pasado no les quedó otra que informar a los directivos que entrarían en suspensión de pagos.

Así se llegó hasta hoy, y ahora la empresa pretende hacer creer que los pagos que no han conseguido afrontar en pleno pico de venta van a ser posibles en unos momentos en los que la captación de ingresos se ha hundido tras la declaración del preconcurso, además de estar en otoño,y  en paralelo a que cobrar a buen precio por sus activos se tornará en estos momentos evidentemente más complicado que hace una semana.

Este cúmulo de desatinos y tomaduras de pelo amenaza con dejar otra vez, como con las quiebras de Marsans y Orizonia, a miles de afectados en la industria hotelera y en las agencias de viajes, pero por encima de todo a los más de 500 trabajadores de Transhotel, que con su profesionalidad se han ganado en los días presentes el reconocimiento y el cariño de toda la industria.

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